"(...) porque la razón posee una naturaleza pulcra y hacendosa y siempre se esfuerza por llenar de causas y efectos todos los misterios con los que se topa, al contrario de la imaginación (la loca de la casa, como la llamaba Santa Teresa de Jesús), que es pura desmesura y deslumbrante caos."
La Loca de la Casa (2003)
Mi profesora favorita de Lenguaje en el liceo me recomendó leer a Rosa Montero. Creo que incluso me leyó un fragmento de una de sus novelas, porque el nombre se me quedó grabado con estrellitas de buen presagio. Por eso, cuando pillé La Loca de la Casa, ni siquiera leí de qué trataba y me lo traje.
Curioso que la primera sensación que me produjo con su riqueza de anécdotas fuera la angustia que me produce mi mente: un saco roto, una vasija con filtraciones, la habitación de un barquito varado en el Estrecho de Magallanes: la información que dejo ahí, resguardada, desaparece, se mezcla con otras, aparece días después sin ser invocada. Y digo curioso, porque más adelante la misma escritora me cuenta esto mismo dentro de su mente: el desorden, como siempre lo sospeché, es un aliado más de la imaginación.
El escribir para salvar la cordura o para, derechamente, echarla por la borda, el descontento con nuestra realidad por cualquier razón que nos empuja a crear una distinta o a explicarla, la vanidad del escritor y su deseo por ser admirado, leído, reconocido son algunos de los tópicos por los que nos pasea y nos invita a debatir. Reconozco que estoy de acuerdo en mucho con ella, pero el libro (¿ensayo? ¿novela?) invita a la charla, idealmente con la escritora, para seguir atacando muchos de los temas que, quizás por la diferencia de generación o contexto, quedaron con gusto a poco.
Hay dos puntos con los que difiero profundamente: el primero es el uso de etiquetas morales. Sobretodo el de maldad, porque me convencí hace poco que hablar en esos términos te dificulta recordar que todos somos malvados en algún momento. La maldad es humana y el ser humano tiene la potencialidad de ser malvado, no hay por qué pintarle cachos y cola a Hitler para entender que la mayoría de sus actos fueron deleznables. O sea, deshumanizar la maldad no le hace un favor a nadie. Junto con esto, también viene la pequeña coda del ser humano como maravilla suprema: ya sea el amor o el lenguaje es lo que nos pone en esa supuesta superioridad, cosa que pongo en duda cada día más.
El segundo, quizás por mi adolescencia mal acabada, es el de la trascendencia como el "ser uno con el todo". Que tanto los lectores como los escritores tratan de engañar a la muerte viviendo este mundo aparte o que el amor, esa locura socialmente aceptada, pretende lo mismo. Pero ¿eso no significa perderse a si mismo? ¿Y no es esa la definición de la muerte; dejar de ser? Quizás sea al revés: buscamos la eternidad persiguiendo a una de las formas de la muerte sin darnos cuenta, porque al final, es la vida la finita.
¿ Lo recomiendo? Claro que sí. Es entretenido, ameno de leer, con muchos datos interesantes y deja tema de conversación para rato.
¿Leerlo se parece a...? Una conversación con la escritora. O personalmente, a esas charlas llenas de riqueza que solía tener con mi madre acerca de su vida-antes-de-mí, nuestra visión del mundo y nuestra admiración por el arte (especialmente la música y la literatura).
¿Si fuera una canción, cuál sería? Just my Imagination, The Cranberries. Siempre siento nostalgia cuando escucho esa canción y tiene ese juego de contarte algo y después dejarte con la duda acerca de su veracidad. El libro también juega a eso en ciertas partes.
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Sigo indecisa, pues confieso: he leído las primeras páginas de 4 libros distintos. Ops.
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